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Arquitectos: gon architects
- Área: 30 m²
- Año: 2021
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Fotografías:Imagen Subliminal
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Proveedores: Adobe, Aromas del Campo, AutoDesk, Cortizo, FLOS, Ikea, Kartell, MUEBLES D’VINCI, RABADÁN, Velux, VitrA, Wever & Ducre
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Desde que en 1993 Manuel, un periodista amante de la música rock y de la ópera casi tanto como de redes sociales como Instagram, compra y se instala en una buhardilla de 30 metros cuadrados en el madrileño barrio de Lavapiés, la configuración del espacio no había sido modificada.
Fue a finales de 2020, en medio de la pandemia, cuando Manuel, sin duda influido por la limitación vital que a todos nos supuso el confinamiento, se decidió a hacer una renovación total y radical de su vivienda. Se puso en contacto con nosotros y nos pidió una inyección de optimismo doméstico.
Cuando llegamos tuvimos muy claras las acciones de transformación de este espacio en uno nuevo. Se resumen en tres palabras: demoler, perforar y equipar. Se elimina el muro de carga entre el dormitorio/terraza y el salón/cocina/comedor para generar unidad; se realizan nuevas perforaciones en la cubierta para introducir la mayor cantidad de luz natural posible, y se equipa el perímetro de la casa con un nuevo sistema de almacenaje de suelo a techo, cubriéndolo con espejos para hacerlo desaparecer. Tres operaciones tan claras como precisas, de mínima energía y máximos resultados. La respuesta es una casa luminosa, despreocupada y cómoda, adjetivos intrínsecos a una casa de playa. De pocos materialesaunque muy bien elegidos: cerámica, pintura y espejo.
La imagen final de la buhardilla es una gran habitación cualificada, espacial, lumínica, térmicamente eficiente y con una atmósfera que se puede modificar, convirtiendo la estancia en una escenografía que se abre y se cierra según el estado de ánimo, como se abre y se cierra el telón de un teatro; un ambiente unitario y continuo, y aun así cambiante si se desea, donde el paso de una estancia a otra se produce de forma líquida, con la referencia de los distintos (y pocos) muebles que la configuran (una mesa, tres sillas, una lámpara, una butaca y una cama), y donde el denominador común es el suelo: una pintura de poliuretano azul Klein que recorre toda la casa, como si de una alfombra marina se tratara, contribuyendo a difuminar los límites entre el interior/exterior, lo público/privado, lo abierto/cerrado.
La terraza, que se une con el interior a través de una pared de cerámica girada 45 grados, se convierte en una habitación más que introduce luz y ventilación en la que hay un banco del mismo material que invita a tumbarse a echar la siesta las tardes de verano, comer con los amigos o simplemente sentarse a leer.
Beach House es una casa de playa en el centro de una ciudad sin mar para una persona que vive sola, un espacio que se disfruta especialmente en soledad, algo que, como en la canción sobre el tiempo y el silencio de la cantante caboverdiana Cesárea Évora, es un volver a empezar.